Cicatrización por segunda intención
Las grandes heridas con pérdida de tejido constituyen un gran desafío para el cirujano veterinario y para los mecanismos propios de la cicatrización.
Las grandes heridas pueden tener muy variados orígenes, pero en la clínica de pequeños animales, la cirugía oncológica es la que más y mayores defectos causa, seguida muy cerca por las grandes heridas producidas en los accidentes en la calle o carretera (heridas por fricción contra el asfalto).
Cuando nos enfrentamos a una cirugía oncológica agresiva que incluya grandes márgenes de seguridad y no es posible la síntesis final de los tejidos, se genera un gran defecto al que debemos dar una solución por el bienestar del animal y también en respuesta a la ansiedad que le produce al propietario la sumatoria del diagnóstico oncológico y la gran herida que queda como producto de la cirugía.





La utilización de miel no es nueva . Es muy probable que su origen esté íntimamente relacionado al ciclo de la evolución humana a partir del desarrollo de las primeras sociedades sedentarias (ganaderos, pastores, agricultores). Algunos autores, citan a los egipcios (3000 años AC) como los precursores en la utilización de la miel en ungüentos y vendajes curativos, aunque las propiedades antibacterianas de la miel, fueron descriptas por primera vez en 1894, coincidiendo con el descubrimiento y desarrollo de los antibióticos, lo que relegó la miel y sus propiedades a la categoría de producto natural de uso esporádico arraigado en la tradición consuetudinaria de los pueblos.

En un principio, se atribuyó la cualidad de cicatrizante a su viscosidad, y aunque no se debe despreciar la importante labor estructural y de protección que otorga la miel en la superficie de una herida, es necesario desarrollar y conocer todos los mecanismos que permiten a la miel desarrollar su eficaz labor cicatrizante.
La miel disminuye el olor, la exudación, promueve la formación de tejido de granulación y contiene agentes antibacterianos.
El efecto de la miel puede depender de su capacidad para regular citoquinas, tales como interleuquinas y el factor de necrosis tumoral, que resultan imprescindibles en la eliminación de los desechos de la herida y la angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguíneos).

