ARTROSIS. EL DOLOR UNIVERSAL

El dolor y la incapacidad relacionada con la degeneración articular traspasa todas las barreras imaginables: de edad, de especie y de sexo. La mayoría de los vertebrados que agotan sus expectativas de vida naturales, sufrirán procesos de artrosis a lo largo de su existencia.

Uno de los principales motivos de consulta en pacientes de mediana edad y geriátricos suelen estar relacionados con cojeras, dificultad en la marcha, inflamación articular, inestabilidad y pérdidas de conductas habituales como subirse a un sillón, incorporarse sobre sus patas traseras para pedir comida o jugar y otros como saltar “como cuando era un cachorro” por citar varios ejemplos habituales referidos por los propietarios.

Esta es una situación que no resulta extraña para el clínico generalista, pudiendo asegurar, que en determinadas razas es prácticamente una regla a partir de cierta edad. La osteoartritis y la artrosis son procesos inflamatorios, progresivos y degenerativos de las articulaciones de carácter invalidante y que no tienen cura. Afectan al cartílago articular, el hueso subcondral y a la mayoría de los componentes de tejido blando de la articulación comprometida. El diagnóstico, salvo excepciones, suele resolverse con una anamnesis detallada, una exploración ortopédica y neurológica y una imagen, que de menor a mayor nivel diagnóstico puede incluir: radiografía, resonancia o TAC.

Esta nota en forma de editorial no pretende ser un desarrollo exhaustivo del proceso de osteoartrosis, su etiología, fisiopatología y tratamiento, sino un reconocimiento al trabajo realizado por la industria farmacéutica a la vez que un incentivo para lograr más y mejores protocolos de asociación analgésica y antiinflamatoria en todas sus vertientes posibles, ya que la experiencia nos dice que la mayoría de los fármacos (en monoterapia) que se utilizan en la actualidad, son de una efectividad inicial muy alta, pero de un recorrido corto, sobre todo en pacientes con expectativa de vida larga a pesar de la enfermedad articular, ya sea por efectos secundarios o acostumbramiento del paciente.

Llevar a cabo estudios con distintas y variadas asociaciones entre anticuerpos monoclonales, antiinflamatorios no esteroideos, cannabinoides, gabapentina, opiodes, dentro del campo de la farmacología pura, y también hemoderivados como el suero autólogo o células madre en el campo de la medicina regenerativa, podrían aportar un sinfín de posibilidades terapéuticas avaladas por la evidencia de los ensayos clínicos.

Sirva esta reflexión como propuesta: “Cada día, desde los distintos estamentos de nuestra profesión, hacemos frente a la enfermedad y el dolor, en beneficio del bienestar de nuestros pacientes. Sigamos en la lucha de la mano de la la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos y terapias para poder avanzar aún más“.

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A. ROMAIRONE DUARTE
Veterinario, PhD.