Grandes cambios y un solo horizonte
La mayor parte de los veterinarios clínicos que superamos las dos o tres décadas de ejercicio profesional, hemos tenido y tenemos el privilegio de asistir a los grandes cambios que ha experimentado nuestra profesión en ese lapso.
La memoria nos invita a un paseo que comienza con el diagnóstico clínico y sus procedimientos semiológicos (exploración, palpación, percusión, auscultación) que no requería mayor inversión que capacitarse para reconocer la diferencia entre una arritmia y una sibilancia y entre una crepitación y un edema.
Nuestros sentidos al servicio del diagnóstico. Un fonendoscopio, un termómetro de mercurio, una buena anamnesis y una gran dosis de vocación, nos permitían aventurar diagnósticos y prescribir tratamientos sin mayores evidencias ni consenso.
La profesión en aquellos tiempos carecía de grandes adelantos tecnológicos y los pocos que había se repartían por hospitales de referencia o centros universitarios. No era fácil ni económico acceder a métodos complementarios propios, pero aún así, fue una buena época para lograr un entrenamiento en el arte de diagnosticar y curar basado en el conocimiento acabado y repetitivo – experiencia al fin- de los casos que se presentaban en la consulta diaria.

Este paseo, por suerte para nuestros pacientes no ha terminado, ni terminará, ya que la ciencia médica es en si misma una vorágine de evolución, pero, después de los años que mencionaba al iniciar este relato podríamos resumir esta etapa como una línea en ascenso desde el fonendoscopio hasta el diagnóstico genético de las enfermedades de la mayor parte de los animales de compañía, pasando por la ecografía, la radiología convencional y la digital, la resonancia magnética, el diagnóstico etiológico a través del desarrollo de la reacción de la polimerasa (PCR) pudiendo identificar ácidos nucleicos de la mayor parte de los patógenos conocidos, el acceso a los laboratorios propios pudiendo tener la mayor parte de las clínicas un equipo de hemograma, bioquímica, analíticas de orina, etc.
Vivimos un momento de mucha información y económicamente accesible en muchos casos a través de Internet así como a una oferta muy variada de cursos, conferencias, coloquios y últimamente la excelente formación online, un avance al alcance de todos que nos permite estar actualizados y recorrer nuevos campos del conocimiento día a día.
Muchos otros avances quedan por describir y muchos más por descubrir, pero, desde estas líneas hago votos para que el resplandor de esta tecnología no llegue nunca a cegarnos y nos impida ver el verdadero propósito de nuestra especialidad profesional: curar animales y aliviarles el dolor, sin olvidarnos nunca de la inmensa labor social que cumplen los veterinarios cuidando la salud de los animales que forman parte irrenunciable de la vida de las personas.