El diagnostico clínico I

En los últimos 25 años hemos sido testigos de innumerables cambios que sin duda han transformado nuestra profesión y todavía seguirán produciendo,  en un futuro cercano un impacto considerable en nuestra forma de actuar frente al diagnóstico y la enfermedad.

Hemos pasado rápidamente del fonendoscopio y la exploración semiológica,  a la ecografía, la radiología digital, la resonancia magnética y el diagnóstico genético de enfermedades.
Personalmente he asistido a fenómenos secuenciales como la traducción de los textos que originalmente solo se conseguían en inglés (Slatter, Ettinger, etc), la popularización de los ordenadores personales, Internet, las bibliotecas virtuales, en definitiva el acceso a la información que nos permite ahora poder decidir sobre si o no con el concurso de miles de opciones, frente a las dos o tres con suerte que podíamos tener en los años 80 (la teoría del profesor y uno ó dos libros de texto sumado a algún congreso o jornadas que solían ser bastante escasas en aquellos tiempos).

Todos estos cambios han transformado y fragmentado a nuestra profesión en dos grandes grupos de veterinarios: los especialistas y los generalistas o clínicos.

Los primeros, sin duda, son la vanguardia del desarrollo de la profesión sobre la base de su experiencia profesional en el campo especializado que desarrollan (oftalmología, endocrinología, traumatología, etc), mientras que los generalistas, clínicos o “todólogos”, de los que con mucho orgullo formo parte, podríamos definirnos como la infantería ó la primera línea entre el paciente (el problema) y la resolución, si ésta es posible.
No debemos caer en la tentación de igualar por lo bajo diciendo que los unos son mejores que los otros, ni tan siquiera de compararlos entre sí.
Es imprescindible contar con especialistas, pero sin olvidarnos que nuestra profesión no tiene un sistema hospitalario universal que reúna todas las especialidades de tal manera que un mismo paciente pueda ser explorado por las distintas especialidades que podrían verse implicadas en el problema que lleva al paciente a la consulta, y en caso de existir no está  al alcance de todos ni es lo más usual de encontrar.

Por eso, debemos ser conscientes de ésta realidad y derivar al especialista siempre que el problema y su resolución lo requieran, intentando que nuestra decisión sea acertada para el paciente, aparte de económica y accesible para el cliente.

Con este fin debemos ser veterinarios “todólogos” pero con un criterio muy formado que nos conduzca rápidamente y en forma efectiva a la solución de los problemas que originan la consulta de nuestros pacientes. Sin duda, para conseguirlo debemos jerarquizar y dotar de contenidos a nuestros conocimientos sobre diagnóstico clínico. CONTINÚA.

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Adrián Romairone
Naci en Mar del Plata, República Argentina, el 13 de julio de 1962. Desde el año 1988 vivo en España. Tengo tres grandes aficiones: leer, la fotografía y salir al campo. Me interesa mucho todo lo que esté relacionado con el origen del perro. Me preocupa el cambio climático.