Grandes cambios en la profesión veterinaria

Grandes cambios y un solo horizonte.

La mayor parte de los veterinarios que superamos las dos décadas de ejercicio profesional, hemos tenido y tenemos el privilegio de asistir a los grandes cambios que ha experimentado nuestra profesión en ese lapso de tiempo.

La memoria nos lleva a dar un paseo que comienza con el diagnóstico clínico y sus procedimientos semiológicos (exploración, palpación, percusión, auscultación) que no requería mayor inversión que capacitarse para reconocer la diferencia entre una arritmia y una sibilancia y entre una crepitación y un edema.

El único horizonte posible: el bienestar de nuestras mascotas
El único horizonte posible: el bienestar de nuestras mascotas

La profesión en aquellos tiempos, carecía de grandes adelantos tecnológicos y los pocos que había se repartían por hospitales de referencia o centros universitarios. No era fácil acceder a métodos complementarios, pero aún así, fue una buena época para lograr un entrenamiento en el arte de diagnosticar y curar basado en el conocimiento acabado y repetitivo, experiencia al fin, de los casos que se presentaban en la consulta diaria.

Este paseo, por suerte para nuestros pacientes no ha terminado, ni terminará, ya que la ciencia médica es en si misma una vorágine de evolución, pero, después de los años que mencionaba al iniciar este relato podríamos resumir esta etapa como una línea en ascenso desde el fonendoscopio hasta el diagnóstico genético de las enfermedades de la mayor parte de los animales de compañía, pasando por la ecografía, la radiología convencional y la digital, la resonancia magnética, el diagnóstico etiológico a través del desarrollo de la reacción de la polimerasa (PCR), identificando ácidos nucleicos de la mayor parte de los patógenos conocidos, el acceso a los laboratorios “in house” pudiendo tener la mayor parte de las clínicas un equipo de hemograma, bioquímica, analíticas de orina, etc.

Muchos otros avances quedan por describir y muchos más por descubrir, pero, desde estas líneas hago votos para que el resplandor de esta tecnología no llegue a cegarnos nunca del verdadero propósito de nuestra profesión: curar animales, aliviarles el dolor, sin olvidarnos nunca de la inmensa labor social que cumplen los veterinarios cuidando la salud de mascotas que forman parte irrenunciable de la vida de las personas.

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Adrián Romairone
Naci en Mar del Plata, República Argentina, el 13 de julio de 1962. Desde el año 1988 vivo en España. Tengo tres grandes aficiones: leer, la fotografía y salir al campo. Me interesa mucho todo lo que esté relacionado con el origen del perro. Me preocupa el cambio climático.